domingo, 24 de febrero de 2008

DESCIENDO HASTA TUS DIOSAS

En la oscuridad a través de un silencio que traslada a mis columnas todos los caprichos de un interior siempre oscilando,
vela detenida
en el tiempo,
y sin embargo se mueve,
la sabíduría
de Atenea, nacida de la cabeza de Zeús,
yo hube
vivido cien siglos en la cabeza de un demente, para descubrir que el espíritu no se pierde,
sólo
te lo roban,
así vI como hicieras emerger de la tierra un olivo
y ante tí el pueblo ateniense frente a la furia de Poseidón. Protectora de las vírgenes, quien cuida de la sabiduría
y la agricultura y las
armas,
ya te dejo en la esquina de cualquier reborde
mi armadura.
Gladiador frente a esta inconsecuencia
circo espectáculo de un mundo que deriva en islas asentadas,
no necesito el aplauso,
tampoco ir lastrado,
y este fuego que toda tu mitología me hereda
me deja sólo con la palabra.
Suficiente para
el artefacto incendiario que necesitan mis conductos. Y en ti también hallé a Astarté, reina del cielo, quien representa a la luna.
Figuré el momento exacto
de su redondez,
buscando un sendero, a través de una
vía,
de la simple huella que dejó el último dedo
sobre la espalda de lluvia de una sombra fugitiva. Y Wang Mu Niang, quien preside los banquetes de los inmortales,
y Eguzki, la personificación femenina del sol...
Desciendo hacia tus diosas
y me deshago
de materia,
todo me sobra y todo me envuelve,
lo caótico me resulta tan natural,
lo sospechoso ya no tiene relevancia,
la distancia se mide en palmos,
mil kilómetros suman un dedo.
La incertidumbre y todo aquello que dijeron locura
ha cobrado un sentido.
Volar más alto de lo programado.


Texto e imágenes: Adolfo Marchena