En la década de los 60 EEUU encabeza los principios capitalistas y debido a su política de intervención se ve involucrado en la Guerra del Vietnam. Kurt Vonnegut, que se opone a esta guerra, posteriormente a la de Irak, manifestando su desacuerdo con el presidente G. Busch en el ámbito cultural, está asociado a la contracultura donde el movimiento hippie se caracteriza por la anarquía no violenta, la preocupación por el medio ambiente o el rechazo al materialismo occidental. Estos aspectos tienen mucho en común tanto en la vida como en la obra de Vonnegut. En una entrevista Kurt declararía: “¡Hagan esto, hagan aquello, movilicen las tropas de reserva! ¡Privaticen las escuelas públicas! ¡Ataquen Irak! ¡Recorten el presupuesto de salud! ¡Intervengan los teléfonos de todo el mundo! ¡Bájenle los impuestos a los ricos! ¡Construyan un misil de un trillón de dólares! ¡Cáguense en el habeas corpus y bésenme el trasero!” En estas declaraciones observamos parte del pensamiento de Kurt, desmembrando la herencia que han dejado algunos críticos que únicamente lo consideraron un loco dedicado a la ciencia ficción, no sabiendo apreciar uno de sus muchos propósitos, entre los que se encontraba cambiar el mundo. A mi entender es una de sus grandes preocupaciones y, al tiempo, una frustración que arrastrará toda su vida, motivo (dentro de la contradicción) de ese escritor humorista, jocoso, lacerante que sufre de continuas depresiones. El psicólogo, psiquiatra y escritor Carlos Chernov afirmó que “Está bien este desenmascaramiento del buen sentimiento del amor, que tiene tan maravillosa prensa. Yo sé que es imprescindible, pero como decía Kurt Vonnegut: menos amor y más respeto”.
A pesar de que tenía obra publicada anteriormente es con la novela “Matadero Cinco” (1969) cuando Kurt alcanza el reconocimiento, siendo nominado al Nobel. Un punto de inflexión que coincide con el suicidio de su madre, Edith Lieber Vonnegut, el 14 de mayo de 1944, cuando tras haber caído preso en la batalla de las Ardenas, vive la tragedia del bombardeo de Dresde, donde se verá obligado a enterrar cadáveres en una fosa, tras haber sido uno de los pocos supervivientes que soportó las bombas aliadas junto a otros siete compañeros. En este momento y a pesar de las consecuencias dramáticas de los hechos, Kurt adopta una actitud humorística, si bien durante toda su vida abusó del alcohol y tuvo una tentativa de suicidio en los 80, mezclando alcohol con somníferos, al igual que sucediese con su madre. A pesar de su complejo interior siempre muestra una sonrisa y tanto sus afirmaciones como su creación llevan consigo lo que muchos críticos han puesto en común. Su humor negro, su gran imaginación o su ironía. En efecto, poseía esas cualidades, a las que se pueden añadir muchas más como su estilo directo y sencillo o sus frases cortas rematadas con un punto. No obstante su obra fue calificada de ciencia ficción, como sucediera con autores como Octavia Butler, Robert Anson Wilson, Howard Fast o Paul Anderson quienes poseían virtudes comunes. Los viajes en el tiempo de Octavia, el tono satírico y filosófico de Stanislaw Lem o el trato irónico sobre la paranoia estadounidense acerca de las conspiraciones secretas de Robert Anson Wilson. La ciencia ficción no forma un todo como han querido vender con la obra de Kurt Vonnegut y se puede afirmar que dentro de ese género existen diversos campos. Además de la ficción Kurt emplea la crítica social, la filosofía y un estilo de escritura particular que no debiera llevar implícito un apelativo tan generalizado y en cierto modo desacreditado. A este respecto también se ha afirmado que existe un tono realista en sus obras sin que se le pueda considerar un escritor realista. Lo cual resulta una paradoja. El escritor argentino Macedonio, comparado por J. C. Masson con J. Joyce, afirmaba que: “La verdad de vida, la copia de vida, es mi abominación, y ciertamente, ¿no es lo genuino del arte, la mayor, quizá la única frustración, abortación, que un personaje parezca vivir?” En ocasiones los personajes de Kurt nos pueden parecer simplemente observadores, ajenos que a avanzan a la par que la frase, al tiempo en que el lector va pasa de página.
Kurt determinó ocho reglas para escribir ficción, y sólo ficción. Así en la primera dice: “Utiliza el tiempo de un completo desconocido de forma que él o ella no sienta que lo está malgastando”. Lo que nos puede sugerir el ritmo de la acción sin obviar el argumento. En la segunda: “Dale al lector al menos un personaje con el que él o ella se puedan identificar”. Se trata de que en el argumento ha de ser el personaje quien conduzca las riendas de modo que el lector pueda conocer con la mayor precisión posible, e incluso buscar o indagar, qué sucede con él o ella. En la regla seis determina: “Sé sádico. No importa cuan dulces e inocentes sean tus protagonistas, haz que les pasen cosas horribles (para que el lector compruebe de qué manera están hechos” Es cierto que, como los seres humanos, el personaje o los protagonistas deben tener alguna carencia, debilidad o un secreto. Un personaje perfecto nos privaría de la porción necesaria para la imaginación, el suspense que nos conduzca a buscar todos esos defectos. Y en el caso de Kurt, se hace preciso mostrar esa realidad que tan poco le gustaba. En este sentido Kurt en sus charlas daba consejos a su audiencia para que desarrollasen un pensamiento libre criticando mordazmente a las instituciones que deshumanizan al público. Cito la regla siete dado que suele ser una pregunta muy común, dentro de las entrevistas, a los autores contemporáneos. “Escribe para contentar unicamente a una persona. Si abres el ventanal del mundo, o lo mismo para hablarle, tu historia cogerá una neumonía”. Es determinante no escribir buscando la satisfacción de todos los posibles lectores pues supondría un condicionante, un peso añadido, y se perdería la idea original en miles de ideas ajenas. Pero el hecho de escribir para una persona (puede ser imaginaria) te convierte en el confesor de tu propia obra. Y esta afirmación puede ser más o menos compartida. Para no numerar todas las reglas de Kurt, concluiré con la quinta, pues me ha llamado la atención, ya que de esta manera en que él lo formula, uno puede pensar que todo puede estar dicho de antemano, pero no, si se consigue trazar ese comienzo que propone Kurt, del mismo modo se logrará que él o ella, entren de inmediato en la búsqueda de ese final que su regla dicta: “Empieza tan cerca del final como te sea posible”.
La vida de Kurt no ha sido una contradicción, si bien tanto su obra como su vida han formado un todo. En cierta ocasión Kurt dejó un cigarrillo prendido en su estudio, atiborrado de papeles, novelas y notas, con lo cual se inició un incendio en su apartamento de Manhhatan y el humo le ahogó hasta el extremo de llevarlo un par de días a la clínica. Así era su vida. Con su ironía llegó a anunciar que demandaría a una cierta compañía de tabaco, porque en el exterior del paquete se leía que el cigarrillo lo mataría, y acababa de fallar. Kurt Vonnegut publicó su primera novela en 1952, Player Piano, y hay quien sostiene que en la tradición de Eugene Victor Debs, uno de los promotores del movimiento fundador del Partido Social Demócrata, que se transformaría en el Partido Socialista en 1901. Otro autor más que fue encarcelado bajo el cargo de sedición ante la oposición a la I Guerra Mundial. En este sentido Kurt, respecto de las manifestaciones antibélicas opina que “a la televisión no le interesan los manifestantes anteguerra a menos que hagan disturbios”, algo que todavía sucede hoy en día. Y concluye su opinión diciendo que “hoy como ayer, en lo que compete a la televisión, el derecho de los ciudadanos para reunirse pacíficamente y pedir a su gobierno una enmienda de las injusticias y errores que ha cometido, no vale nada”. Aspectos a tener en cuenta a la hora de hablar de Kurt, de quien siempre se ha venido repitiendo lo mismo sin dar importancia a su compromiso con la sociedad y la injusticia y su amarga lucha por solventar dichos problemas. Aunque muestre su desencanto porque en palabras suyas “la humanidad ha tirado a la basura cualquier solidaridad”.
Todo ello queda plasmado en su obra aunque en muchas ocasiones no se haya sabido –o querido- profundizar en el verdadero contenido mostrándonos sólo la cáscara, la cubierta de un libro más. Entre otros apelativos también se le ha situado en la vanguardia y el posmodernismo, junto a escritores como Thomas Pinchon, autor de novelas como Maxon y Dixon (1997) o El arcoiris de la gravedad (1973), quien fuera alumno de Navokov y al que nadie consiguió entrevistarle. Tras la guerra Kurt ejerció como periodista en Chicago, cubriendo la sección de sucesos, antes de retomar sus estudios de antropología. Su tesis Las fluctuaciones entre el bien y el mal en los relatos sencillos fue rechazada unánimemente por el jurado. No pudo obtener su diploma hasta 1971, cuando la universidad acepta su libro Cuna de gato, donde inventa la falsa religión llamada bokononismo. De ahí que en muchas ocasiones nos sorprenda con sus conocimientos sobre la ciencia, aplicada en muchas de sus novelas. De ahí también su sincronización de la filosofía con la ciencia. El diario New York Times publicaría en una reseña que Kurt Vonnegut es George Orwell, el doctor Caligari y Fhahs Gordon fundidos en un solo escritor… un científico loco, que simula ser un bufón, pero que jamás olvida la ética. De entre sus catorce libros, además de cuentos y ensayos destacan Las sirenas del Titán (1959), Madre noche (1961), Mr. Rosewater (Dios le bendiga Mr. Rosewater), 1959 o Splapstick (Payasadas), 1977. Curiosamente su obra inspiró a un soldado estadounidense a escribir un relato sobre el triángulo suní en Irak (guerra que Kurt no aprobó) ganando el premio “Blooker” como mejor libro, que comenzó como un blog en internet, siendo uno de sus inspiradores Vonnegut. “Leí Matadero Cinco cuando estuve en Irak” dijo Buzzel, su autor, quien añadió: “Es un genio. El modo en que lidia las situaciones de humor negro en ingenio. Fue una inspiración enorme”.
Ese laberinto interior de Kurt, del que tal vez no sepamos ni siquiera entrar, pero que ha dejado en sus libros algo más que ciencia ficción y en su persona algo más que humanidad. Murió como si fuese en uno de sus libros, de un golpe en la cabeza y no como pensaba, a causa del tabaco. Con una sonrisa, como indicándonos que también debíamos saber leer entre líneas. Un escéptico religioso y un librepensador humanista. Como testamento dejó el libro Un hombre sin patria y nunca pidió nada para él, sino para el planeta y la humanidad. Para el hombre dejó un epitafio: La vida no es manera de tratar a un animal; y para el planeta: A la gente no le gusta estar aquí. Y su epitafio, seguramente habría pedido que lo escribiesen con la ceniza que acumuló tras tanto cigarrillo, incluyendo aquella colilla que le llevó a la clínica.
Adolfo Marchena
Bibliografía:
Kurt Vonnegut: Obra
Página/12. Artículo de Rodrigo Fresán
Estrecho/indymendia (del Mundo por Alberto Rojas sobre Philip K. Dick)
Adnmundo. Redacción
Viaje Literario. Redacción
El Diario (Nueva York)
El Correo. Pedro Rodríguez
Axxón. Redacción
Redefiniendo el sueño estadounidense. Matt Reichel (Counter-Punch) Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Semana. Entrevista a Andrés Felipe Solano
El Nuevo Herald. Lorenzo García Vega (Especial/El Nuevo Herald)
Reuters (Londres). El blog de un soldado de EEUU gana un premio literario
Jacintario. 8 reglas para escribir ficción según Kurt Vonnegut
Internacional. La insignia. Joel Bleifuss (Brecha. Uruguay) Publicado en In These Times. Traducción del ingles: Ana Inés Larre Borges
Univisión. EFE (Nueva York)
Educar. Viviana Dehaes
ABC. Rosa Belmonte
Montevideo COMM. Redacción
El País. José F. de la Sota
Las sirenas del Titán. Crítica
El Periódico. Redacción
La Jornada. Jorge Anaya
La Nación. Silvia Hopenhayn
El Mundo. Román Piña Valls
El Espectador. Julio Castillo
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